miércoles, 19 de junio de 2019

Gibraltar, mentira histórica

Bueno, pues vamos a colgar un artículo que en su momento me publicaron en La Tribuna de Albacete. Y si bien se ha escrito mucho y muy cualificado sobre el asunto, el artículo que os adjunto solo pretende despejar alguna duda para los neófitos en el asunto ¿ porqué?, la razón es obvia, Gibraltar, nido de traficantes, sustenta a la City londinense y a la Gran Bretaña, de una más que ingente y opaca lista de recursos provenientes del tráfico ilegal de casi todos los recursos que se puedan comprar o vender, a costa de empobrecer a la comarca del Campo Gibraltareño español y por supuesto, a costa del erario público de España. Las razones son más que obvias, por circunstancias históricas los ingleses desde el S.XVI, han venido en intentar saquear a España en donde han podido o nos hemos dejado, ya que ilustres españoles les han hecho retroceder por medio de las armas en sus pretensiones, citamos el ejemplo del Almirante Don Blas de Lezo, quién en Cartagena de Indias (Colombia ) y contra la flota inglesa del arrogante Vernon con 186 navíos y más de 23.000 hombres, Blas de Lezo contaba con seis navíos y poco más de 3.600 hombres, mandó a lo hijos de la Gran Bretaña a llorar con sus congéneres que sin pudor alguno y mucha arrogancia, habían mandado acuñar monedas conmemorativas de la derrota española, en las cuales se podía observar al Almirante español, arrodillado rindiendo su sable a Vernon. Se las tuvieron que comer, vaya que sí.


Moneda conmemorativa de la derrota de Don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. Moneda que a pesar de la corona británica, no pudieron destruir en su totalidad y que aún existe en venta.


Y bien, casos como este existen en la historiografía española en abundancia, como la toma de Canarias, que no pudo ser, o la expulsión de los ingleses en el reinado de Felipe V, de las Islas Baleares. 
En fin, que el caso Gibraltareño, no se ha podido solucionar, si bien por los intereses británicos, habida cuenta del dinero que perciben de sus tráficos ilegales, ha sido precisamente por la pasividad y nulidad de la diplomacia española y la debilidad de sus gobiernos, ya que por la traición de Rooke.....

"En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa al mando del almirante Rooke. No viene en nombre de Inglaterra, sino del Archiduque Carlos; es decir, no es que los ingleses estén invadiendo España, sino que esa fuerza forma parte de los ejércitos de uno de los aspirantes al trono. La fuerza naval es importante: unos 900 cañones amenazan desde el mar. Las defensas de Gibraltar son exiguas: 80 soldados, un centenar de milicianos sin instrucción y 120 cañones de los que un tercio eran inservibles, al mando del sargento mayor Diego de Salinas. Los ingleses instan a la rendición en nombre del Archiduque. No obstante, como la mayor parte de España, incluido Gibraltar, ya habían prestado obediencia a Felipe V de Borbón, la fortaleza decide resistir. La flota anglo-holandesa bombardea a conciencia el peñón: cinco horas de cañoneo, unos 3.600 disparos. Finalmente la plaza se rinde. Es el 4 de agosto de 1704. Salinas no se rinde a los ingleses, sino a Carlos III de Austria, rey de España.
Pero es entonces cuando los ingleses hacen algo que, en rigor, sólo se puede considerar como un acto de piratería. El almirante Rooke, desobedeciendo las órdenes de su jefe, que es el Príncipe de Hesse Darmstadt, y aparentemente sin instrucciones directas de Londres, decide cambiar las tornas y tomar el peñón para la reina Ana de Inglaterra. Las tropas que habían tomado Gibraltar se entregan al asesinato, la violación y el saqueo. El Santuario de Nuestra Señora de Europa fue ultrajado; las imágenes sagradas, decapitadas. Los civiles, antes que someterse a los ingleses, prefirieron abandonar la ciudad; se refugiaron en la ermita de San Roque, y así nació la ciudad que ahora lleva su nombre. Allí se conservan las llaves de la vieja fortaleza gibraltareña.
Los españoles intentaron recuperar Gibraltar sucesivas veces desde aquel mismo año de 1704. Nunca fue posible. Inglaterra decidió aceptar el regalo del pirata Rooke. Después de todo, los ingleses ambicionaban Gibraltar al menos desde medio siglo antes, cuando Cromwell concibió el plan de tomar el Peñón y convertirlo en base para hacer guerra de corsario contra España. Cromwell no lo logró. Tampoco quienes, antes, habían lanzado sus barcos contra aquella roca española, como el pirata Barbarroja en 1540 o el almirante holandés Heemskerk en 1607. Gibraltar no cayó en una derrota militar, sino en una innoble trampa de trilero.
Como es sabido, el estatuto de Gibraltar se formalizó en 1713 el Tratado de Utrecht, que ponía fin a aquella gran guerra europea en cuyo interior se había librado la Guerra de Sucesión española. Aquel Tratado, en lo concerniente al Peñón, decía así:
“El Rey Católico cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, (…) dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. (…) Y si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y serán castigados severamente los culpados. (…) Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.”
Aquello era, ciertamente, una borbónica bajada de pantalones, pero sólo hasta cierto punto. Primero, España no aceptaba la legitimidad de la captura inglesa de Gibraltar. Además, la cesión quedaba sometida a numerosas condiciones: la supresión del comercio entre la plaza y el territorio vecino, y el respeto por parte de Inglaterra del culto católico en la plaza. Desde entonces, y va ya para tres siglos, los ingleses han incumplido reiteradamente ya no sólo la legalidad, sino sus propios compromisos.
Tan evidente es que los ingleses no tienen razón, que en la propia Gran Bretaña han abundado los testimonios de gentes muy relevantes a favor de que Gibraltar vuelva a España. El general Sir Robert Gardiner, gobernador de Gibraltar, decía en 1856: “¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?”. John Bright, político liberal británico, denunciaba en 1862: “El Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor”. William C. Atkinson, hispanista escocés, reconocía en 1954: “La toma de Gibraltar en 1704 fue un acto de piratería”. Arnold J. Toynbee, historiador británico, se preguntaba en 1966: “¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land’s End o en las islas del Canal?»."


La ONU definió en 1964 el estatuto de Gibraltar como colonia, lo cual debería haber implicado ya su devolución a España. Hoy se dice que en un entorno político como el de la Unión Europea, la reclamación española sobre Gibraltar ya no tiene sentido. En realidad, lo que no tiene sentido es la pervivencia de una colonia inglesa en suelo español. Porque el Peñón es suelo español… robado por un almirante inglés que traicionó la confianza de un pretendiente del trono de España. Gibraltar no puede ser moneda de cambio con ningún otro territorio. Gibraltar es, sencillamente, España.
Y lo peor y más vergonzoso, es que la Unión Europea, permita que en una nación aliada en todos los conceptos, exista una colonía que regenta otro país miembro de la citada UE. Ya que contraviniendo toda legalidad internacional, cuando en el s.XIX, padecieron una epidemia de fiebre amarilla, España, no solo les abasteció logísticamente de todo lo necesario para su cura, sino que permitió que los ingleses construyeran la famosa verja y su amurallamiento. Amén del saqueo al que se nos somete y al robo más que descarado del terreno español y sus aguas. Con un par. Hay que ser cornudo. No obstante a ello, la solución es bien sencilla, ya que como dijeron importantes filósofos desde Platón hasta Descartes, pasando por Ockham con su famosa navaja y aunque lo dijesen de forma diferente, los resultados son los mismos " El problema más difícil, se resuelve de la forma más sencilla ". Pues aquí está el Quiz de la cuestión, por muchas amenazas y bravatas británicas, si el gobierno español, realmente quisiera solucionarlo......solo con cortar las comunicaciones por tierra, aire y control de aguas para evitar el tráfico ilegal, amén de cortarle suministros de agua, luz, gas y telecomunicaciones....los llanitos y los ingleses al no ver negocio, se van, ya que los ingleses en base a uno de sus principios " aquí estoy y aquí me quedo ", solo han renunciado a sus posesiones del decadente Imperio Británico, o por miedo, o por dinero, o por sangre. Ejemplos hay
En fin, esto es lo que hay y os dejo a continuación el artículo.

GIBRALTAR, MENTIRA HISTÓRICA.

En 1704, España se hallaba en guerra civil. El final de la dinastía de los Austrias con Carlos II el Hechizado, había abierto un proceso sucesorio que tenía que haber comenzado y concluido con la entronización de Felipe de Borbón como rey de España.

El temor a una alianza franco-española provocó una reacción internacional y la aparición de un candidato alternativo en la persona del archiduque Carlos de Austria. Apoyaban a éste Holanda, el imperio e Inglaterra, que bajo ningún concepto deseaba la existencia de una potencia fuerte en el continente. El 4 de agosto del citado año, la ciudad, castillo y fortaleza de Gibraltar fueron objeto de un ataque anglo-holandes. Gibraltar, como la casi totalidad de España, había ya prestado obediencia a Felipe V de Borbón y, decidió resistir al ataque de las tropas del archiduque Carlos. La resistencia estaba condenada al fracaso dada la superioridad del enemigo y, finalmente, vecinos y guarnición terminaron por rendirse. El territorio de Gibraltar comprendía la comarca costera de la bahía de Algeciras y con su ciudad de más de cinco mil habitantes era la capital de una zona extensa.

La acción, no debía haber tenido mayor trascendencia en la medida en que, ingleses y holandeses eran aliados de un aspirante al trono español y sólo tomaban posiciones en territorio de la nación española. El almirante inglés Rooke decidió pasar por alto reglas tan elementales y mediante un acto de piratería tomó posesión de la plaza no en nombre del archiduque Carlos sino de la reina Ana.

La edición de 1879 de la Encyclopedia Britannica, volumen 10, página 586, no se recataba de señalar lo taimado de semejante acción atribuyendo el acto de piratería llevado a cabo por Rooke a su propia responsabilidad (his own responsibility).
El comportamiento de Rooke, según la Britannica, había sido el de un patriotismo carente de escrúpulos (unscrupulous patriotism) y por ello no resultaba extraño que los españoles hubieran sentido profundamente la injusticia perpetrada con ellos. Aquel acto de piratería sólo iba a ser el inicio de una larga cadena de abusos ingleses. No resulta extraño que Felipe V intentara reconquistar la plaza ya en septiembre de 1704 y que se irritara profundamente cuando le recordaran la villanía inglesa.

Gibraltar que formaba parte del territorio hispánico desde la época de la colonización romana, nunca había dejado de estar sometido a entidades políticas españolas-cristianas o islámicas e incluso míticamente se asociaba con la fundación de España por el mismo Hércules.
En términos cronológicos, distintas instituciones políticas hispánicas dominarían la plaza por un período de tiempo hasta ocho veces superior al de la existencia de la colonia británica. Cuando el Tratado de Utrecht puso fin a la guerra de Sucesión y en su artículo décimo se recogió la ocupación de Gibraltar por Inglaterra, España se guardó muy mucho de aceptar la legitimidad de aquel acto. La cesión quedó por añadidura condicionada a la supresión del comercio entre la plaza y el territorio vecino, a la prohibición de residencia en Gibraltar de moros y judios para garantizar la seguridad española y al respeto por parte de Inglaterra del culto católico en la plaza.

El texto incluía una cláusula resolutiva de la crisis en la que se afirmaba que, si en algún tiempo, Gran Bretaña decidía «dar, vender o enajenar», Gibraltar se daría «a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla». Los abusos cometidos por esta potencia formarían una verdadera enciclopedia. Por ejemplo, en las negociaciones preliminares al Tratado de Madrid de 13 de junio de 1721 se planteó como condición previa la devolución de Gibraltar a España. El ministro inglés en Madrid, William Stanhope, y el secretario de Estado español, marqués de Grimaldi, se comprometieron así a que el tratado no sería ratificado mientras Jorge I de Inglaterra no comunicara la restitución de Gibraltar. El 1 de junio, Jorge I envió la carta en cuestión, pero, una vez que el 5 de julio del mismo año España ratificó el tratado, el monarca inglés faltó a su palabra.
Las promesas británicas volvieron a repetirse en ocasiones en que Gran Bretaña se vio amenazada por un enemigo más poderoso que España, pero siempre para quedar en nada. Inglaterra fue sumando a sus desafueros diplomáticos una larga lista de incumplimientos del Tratado de Utrecht desde el mismo siglo XVIII. Nada más firmarse el acuerdo, las tropas inglesas procedieron a ocupar militarmente la Torre del Diablo a Levante y el Molino a Poniente no incluidos en el mismo. El 19 de agosto de 1723, William Stanhope sostenía con evidente descaro que Inglaterra tenía derecho a ampliar el terreno cedido por el Tratado de Utrecht a «todo el terreno cubierto por la artillería de la Plaza», aunque reconocía que tal extremo no estaba contemplado en el texto firmado por ambas naciones. En 1815, una epidemia de fiebre amarilla diezmó a los ingleses de Gibraltar. España ofreció generosa ayuda humanitaria a los británicos y éstos aprovecharon para apoderarse de nuevos territorios españoles en la zona.
En 1908, en claro antecedente del Muro de la vergüenza berlinés, el Gobierno británico levantó incluso una verja de hierro que separaba físicamente a España de la colonia gibraltareña. A esas alturas, los ingleses eran más que conscientes de que su colonia era incapaz de automantenerse a diferencia de otras bajo pabellón británico y reconocían que Gibraltar sobrevivía gracias a actividades ilegales como el contrabando. A nadie se le ocultaba como no se le oculta hoy que Gibraltar no era viable económicamente salvo mediante el uso de prácticas económicas delictivas y colonialismo británico. Y fieles a su tradición británica, “ here we are, here we stay “ ( aquí estamos aquí nos quedamos ), allí siguieron y allí están.




Empero, no todos los británicos veían con agrado semejante suma de desafueros. En 1856, Sir Robert Gardiner en su Informe sobre Gibraltar, Una fortaleza y una colonia, se preguntaba: «¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?».Seis años después, John Bright afirmaba que «el Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor».
Gibraltar, que nunca ha sido algo distinto a una colonia, se vio afectada directamente por el proceso descolonizador. En 1950, el Gobierno británico inició en Gibraltar un proceso de repoblación que, supuestamente, ayudaría a legitimar la supervivencia de la colonia. La acción, burla absoluta del Derecho Internacional fue contestada incluso en Gran Bretaña. En febrero de 1951, William C. Atkinson indicaba cómo Inglaterra se había comportado en la situación de Gibraltar añadiendo «el insulto a la herida». El 17 de septiembre de 1954 Halliday Sutherland señalaba que la toma de Gibraltar en 1704 «fue un acto de piratería» y en 1966 Arnold J. Toynbee indicaba la injusticia de la ocupación británica de Gibraltar preguntándose: «¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land´s End o en las islas del Canal?».

Lo más importante fue que la ONU reconoció que Gibraltar no era territorio británico sino una colonia. El Comité encargado por Resolución 1654 (XVI) de 27 de noviembre de 1961 del examen de cuestiones relacionadas con el proceso de descolonización un comité que desde el 17 de diciembre de 1962 contaría con venticuatro miembros proclamó solemnemente en su resolución de 16 de octubre de 1964 que «las disposiciones de la Declaración sobre la concesión de independencia a los países y a los pueblos coloniales se aplican íntegramente al territorio de Gibraltar». El 16 de diciembre del año siguiente, el Plenario de la XX Asamblea General de la ONU aprobaba por 96 votos a favor y ninguno en contra un proyecto de resolución sobre Gibraltar en el que volvía a insistir en el carácter colonial de este enclave. Desde entonces el poder colonial de Gran Bretaña se ha visto mermado con episodios como el de la recuperada reintegración de Hong-Kong a China.

Hoy, sólo dos razones impiden que Gibraltar siga el camino de otras colonias británicas. La primera es el escozor británico de continuar manteniendo un peso colonial en un mundo poscolonial. La segunda es, no entrar en el fondo de las irregularidades legales que tiene como sede Gibraltar y que ha sido denunciada repetidamente desde las más diversas instancias. Resulta obvio que ninguna de estas razones es de recibo en el marco no sólo de la Unión Europea sino del cumplimiento más elemental del Derecho Internacional. La única salida justa y razonable para el contencioso de Gibraltar es la restitución de la soberanía de la plaza a España. Ciñéndose a los tratados internacionales ( Sentencias ONU, Tratado de Schegenn, Tratado de Amsterdam, Tratado del Atlántico Norte ). Y por supuesto, en la medida de lo posible, obligando a los firmantes al cumplimiento de los mismos en el marco internacional.

Afortunadamente, la nación española es en la actualidad a diferencia de la China a la que se ha reintegrado Hong-Kong, un país moderno, libre y democrático miembro de pleno derecho de la Unión Europea, la cual, no puede permitir en su seno la persistencia de colonias. Así pues, contrasta curiosamente la amistad que estos últimos años nos infligen países como Inglaterra (Gibraltar y el Sáhara ), Francia ( terrorismo y el Sáhara ) y Marruecos (inmigración ilegal, el Sáhara, la pesca, Ceuta y Melilla, etc. ). Señor de mis enemigos guárdame que de mis amigos me guardo yo.

José Francisco González y Andújar.   


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