Bueno, pues vamos a colgar un artículo que en su momento me publicaron en La Tribuna de Albacete. Y si bien se ha escrito mucho y muy cualificado sobre el asunto, el artículo que os adjunto solo pretende despejar alguna duda para los neófitos en el asunto ¿ porqué?, la razón es obvia, Gibraltar, nido de traficantes, sustenta a la City londinense y a la Gran Bretaña, de una más que ingente y opaca lista de recursos provenientes del tráfico ilegal de casi todos los recursos que se puedan comprar o vender, a costa de empobrecer a la comarca del Campo Gibraltareño español y por supuesto, a costa del erario público de España. Las razones son más que obvias, por circunstancias históricas los ingleses desde el S.XVI, han venido en intentar saquear a España en donde han podido o nos hemos dejado, ya que ilustres españoles les han hecho retroceder por medio de las armas en sus pretensiones, citamos el ejemplo del Almirante Don Blas de Lezo, quién en Cartagena de Indias (Colombia ) y contra la flota inglesa del arrogante Vernon con 186 navíos y más de 23.000 hombres, Blas de Lezo contaba con seis navíos y poco más de 3.600 hombres, mandó a lo hijos de la Gran Bretaña a llorar con sus congéneres que sin pudor alguno y mucha arrogancia, habían mandado acuñar monedas conmemorativas de la derrota española, en las cuales se podía observar al Almirante español, arrodillado rindiendo su sable a Vernon. Se las tuvieron que comer, vaya que sí.
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| Moneda conmemorativa de la derrota de Don Blas de Lezo en Cartagena de Indias. Moneda que a pesar de la corona británica, no pudieron destruir en su totalidad y que aún existe en venta. |
Y bien, casos como este existen en la historiografía española en abundancia, como la toma de Canarias, que no pudo ser, o la expulsión de los ingleses en el reinado de Felipe V, de las Islas Baleares.
En fin, que el caso Gibraltareño, no se ha podido solucionar, si bien por los intereses británicos, habida cuenta del dinero que perciben de sus tráficos ilegales, ha sido precisamente por la pasividad y nulidad de la diplomacia española y la debilidad de sus gobiernos, ya que por la traición de Rooke.....
"En ese contexto de la Guerra de Sucesión, el 3 de agosto de 1704 se presenta ante Gibraltar una flota anglo-holandesa al mando del almirante Rooke. No viene en nombre de Inglaterra, sino del Archiduque Carlos; es decir, no es que los ingleses estén invadiendo España, sino que esa fuerza forma parte de los ejércitos de uno de los aspirantes al trono. La fuerza naval es importante: unos 900 cañones amenazan desde el mar. Las defensas de Gibraltar son exiguas: 80 soldados, un centenar de milicianos sin instrucción y 120 cañones de los que un tercio eran inservibles, al mando del sargento mayor Diego de Salinas. Los ingleses instan a la rendición en nombre del Archiduque. No obstante, como la mayor parte de España, incluido Gibraltar, ya habían prestado obediencia a Felipe V de Borbón, la fortaleza decide resistir. La flota anglo-holandesa bombardea a conciencia el peñón: cinco horas de cañoneo, unos 3.600 disparos. Finalmente la plaza se rinde. Es el 4 de agosto de 1704. Salinas no se rinde a los ingleses, sino a Carlos III de Austria, rey de España.
Pero es entonces cuando los ingleses hacen algo que, en rigor, sólo se puede considerar como un acto de piratería. El almirante Rooke, desobedeciendo las órdenes de su jefe, que es el Príncipe de Hesse Darmstadt, y aparentemente sin instrucciones directas de Londres, decide cambiar las tornas y tomar el peñón para la reina Ana de Inglaterra. Las tropas que habían tomado Gibraltar se entregan al asesinato, la violación y el saqueo. El Santuario de Nuestra Señora de Europa fue ultrajado; las imágenes sagradas, decapitadas. Los civiles, antes que someterse a los ingleses, prefirieron abandonar la ciudad; se refugiaron en la ermita de San Roque, y así nació la ciudad que ahora lleva su nombre. Allí se conservan las llaves de la vieja fortaleza gibraltareña.
Los españoles intentaron recuperar Gibraltar sucesivas veces desde aquel mismo año de 1704. Nunca fue posible. Inglaterra decidió aceptar el regalo del pirata Rooke. Después de todo, los ingleses ambicionaban Gibraltar al menos desde medio siglo antes, cuando Cromwell concibió el plan de tomar el Peñón y convertirlo en base para hacer guerra de corsario contra España. Cromwell no lo logró. Tampoco quienes, antes, habían lanzado sus barcos contra aquella roca española, como el pirata Barbarroja en 1540 o el almirante holandés Heemskerk en 1607. Gibraltar no cayó en una derrota militar, sino en una innoble trampa de trilero.
Como es sabido, el estatuto de Gibraltar se formalizó en 1713 el Tratado de Utrecht, que ponía fin a aquella gran guerra europea en cuyo interior se había librado la Guerra de Sucesión española. Aquel Tratado, en lo concerniente al Peñón, decía así:
“El Rey Católico cede por este Tratado a la Corona de la Gran Bretaña la plena y entera propiedad de la ciudad y castillos de Gibraltar, (…) dando la dicha propiedad absolutamente para que la tenga y goce con entero derecho y para siempre, sin excepción ni impedimento alguno. Pero, para evitar cualesquiera abusos y fraudes en la introducción de las mercaderías, quiere el Rey Católico que la dicha propiedad se ceda a la Gran Bretaña sin jurisdicción alguna territorial y sin comunicación alguna abierta con el país circunvecino por parte de tierra. (…) Y si se aprehendieran algunas mercaderías introducidas por Gibraltar, ya para permuta de víveres o ya para otro fin, se adjudicarán al fisco y serán castigados severamente los culpados. (…) Si en algún tiempo a la Corona de la Gran Bretaña le pareciere conveniente dar, vender, enajenar de cualquier modo la propiedad de la dicha Ciudad de Gibraltar, se dará a la Corona de España la primera acción antes que a otros para redimirla.”
Aquello era, ciertamente, una borbónica bajada de pantalones, pero sólo hasta cierto punto. Primero, España no aceptaba la legitimidad de la captura inglesa de Gibraltar. Además, la cesión quedaba sometida a numerosas condiciones: la supresión del comercio entre la plaza y el territorio vecino, y el respeto por parte de Inglaterra del culto católico en la plaza. Desde entonces, y va ya para tres siglos, los ingleses han incumplido reiteradamente ya no sólo la legalidad, sino sus propios compromisos.
Tan evidente es que los ingleses no tienen razón, que en la propia Gran Bretaña han abundado los testimonios de gentes muy relevantes a favor de que Gibraltar vuelva a España. El general Sir Robert Gardiner, gobernador de Gibraltar, decía en 1856: “¿Cuáles deben ser los sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada por extranjeros?”. John Bright, político liberal británico, denunciaba en 1862: “El Peñón de Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del honor”. William C. Atkinson, hispanista escocés, reconocía en 1954: “La toma de Gibraltar en 1704 fue un acto de piratería”. Arnold J. Toynbee, historiador británico, se preguntaba en 1966: “¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land’s End o en las islas del Canal?»."
La ONU definió en 1964 el estatuto de Gibraltar como colonia, lo cual debería haber implicado ya su devolución a España. Hoy se dice que en un entorno político como el de la Unión Europea, la reclamación española sobre Gibraltar ya no tiene sentido. En realidad, lo que no tiene sentido es la pervivencia de una colonia inglesa en suelo español. Porque el Peñón es suelo español… robado por un almirante inglés que traicionó la confianza de un pretendiente del trono de España. Gibraltar no puede ser moneda de cambio con ningún otro territorio. Gibraltar es, sencillamente, España.
Y lo peor y más vergonzoso, es que la Unión Europea, permita que en una nación aliada en todos los conceptos, exista una colonía que regenta otro país miembro de la citada UE. Ya que contraviniendo toda legalidad internacional, cuando en el s.XIX, padecieron una epidemia de fiebre amarilla, España, no solo les abasteció logísticamente de todo lo necesario para su cura, sino que permitió que los ingleses construyeran la famosa verja y su amurallamiento. Amén del saqueo al que se nos somete y al robo más que descarado del terreno español y sus aguas. Con un par. Hay que ser cornudo. No obstante a ello, la solución es bien sencilla, ya que como dijeron importantes filósofos desde Platón hasta Descartes, pasando por Ockham con su famosa navaja y aunque lo dijesen de forma diferente, los resultados son los mismos " El problema más difícil, se resuelve de la forma más sencilla ". Pues aquí está el Quiz de la cuestión, por muchas amenazas y bravatas británicas, si el gobierno español, realmente quisiera solucionarlo......solo con cortar las comunicaciones por tierra, aire y control de aguas para evitar el tráfico ilegal, amén de cortarle suministros de agua, luz, gas y telecomunicaciones....los llanitos y los ingleses al no ver negocio, se van, ya que los ingleses en base a uno de sus principios " aquí estoy y aquí me quedo ", solo han renunciado a sus posesiones del decadente Imperio Británico, o por miedo, o por dinero, o por sangre. Ejemplos hay
En fin, esto es lo que hay y os dejo a continuación el artículo.
GIBRALTAR, MENTIRA HISTÓRICA.
En 1704, España se hallaba en guerra civil. El final de la
dinastía de los Austrias con Carlos II el Hechizado, había abierto un proceso
sucesorio que tenía que haber comenzado y concluido con la entronización de
Felipe de Borbón como rey de España.
El temor a una alianza franco-española provocó una
reacción internacional y la aparición de un candidato alternativo en la persona
del archiduque Carlos de Austria. Apoyaban a éste Holanda, el imperio e
Inglaterra, que bajo ningún concepto deseaba la existencia de una potencia
fuerte en el continente. El 4 de agosto del citado año, la ciudad, castillo y
fortaleza de Gibraltar fueron objeto de un ataque anglo-holandes. Gibraltar,
como la casi totalidad de España, había ya prestado obediencia a Felipe V de
Borbón y, decidió resistir al ataque de las tropas del archiduque Carlos. La
resistencia estaba condenada al fracaso dada la superioridad del enemigo y,
finalmente, vecinos y guarnición terminaron por rendirse. El territorio de Gibraltar
comprendía la comarca costera de la bahía de Algeciras y con su ciudad de más
de cinco mil habitantes era la capital de una zona extensa.
La acción, no debía haber tenido mayor trascendencia
en la medida en que, ingleses y holandeses eran aliados de un aspirante al
trono español y sólo tomaban posiciones en territorio de la nación española. El
almirante inglés Rooke decidió pasar por alto reglas tan elementales y mediante
un acto de piratería tomó posesión de la plaza no en nombre del archiduque Carlos
sino de la reina Ana.
La edición de 1879 de la Encyclopedia Britannica,
volumen 10, página 586, no se recataba de señalar lo taimado de semejante
acción atribuyendo el acto de piratería llevado a cabo por Rooke a su propia
responsabilidad (his own responsibility).
El comportamiento de Rooke, según la Britannica,
había sido el de un patriotismo carente de escrúpulos (unscrupulous patriotism)
y por ello no resultaba extraño que los españoles hubieran sentido
profundamente la injusticia perpetrada con ellos. Aquel acto de piratería sólo
iba a ser el inicio de una larga cadena de abusos ingleses. No resulta extraño
que Felipe V intentara reconquistar la plaza ya en septiembre de 1704 y que se
irritara profundamente cuando le recordaran la villanía inglesa.
Gibraltar que formaba parte del territorio hispánico
desde la época de la colonización romana, nunca había dejado de estar sometido
a entidades políticas españolas-cristianas o islámicas e incluso míticamente se
asociaba con la fundación de España por el mismo Hércules.
En términos
cronológicos, distintas instituciones políticas hispánicas dominarían la plaza
por un período de tiempo hasta ocho veces superior al de la existencia de la
colonia británica. Cuando el Tratado de Utrecht puso fin a la guerra de Sucesión
y en su artículo décimo se recogió la ocupación de Gibraltar por Inglaterra,
España se guardó muy mucho de aceptar la legitimidad de aquel acto. La cesión
quedó por añadidura condicionada a la supresión del comercio entre la plaza y
el territorio vecino, a la prohibición de residencia en Gibraltar de moros y
judios para garantizar la seguridad española y al respeto por parte de
Inglaterra del culto católico en la plaza.
El texto incluía una cláusula resolutiva de la
crisis en la que se afirmaba que, si en algún tiempo, Gran Bretaña decidía
«dar, vender o enajenar», Gibraltar se daría «a la Corona de España la primera
acción antes que a otros para redimirla». Los abusos cometidos por esta
potencia formarían una verdadera enciclopedia. Por ejemplo, en las
negociaciones preliminares al Tratado de Madrid de 13 de junio de 1721 se
planteó como condición previa la devolución de Gibraltar a España. El ministro
inglés en Madrid, William Stanhope, y el secretario de Estado español, marqués
de Grimaldi, se comprometieron así a que el tratado no sería ratificado
mientras Jorge I de Inglaterra no comunicara la restitución de Gibraltar. El 1
de junio, Jorge I envió la carta en cuestión, pero, una vez que el 5 de julio
del mismo año España ratificó el tratado, el monarca inglés faltó a su palabra.
Las promesas británicas volvieron a repetirse en
ocasiones en que Gran Bretaña se vio amenazada por un enemigo más poderoso que
España, pero siempre para quedar en nada. Inglaterra fue sumando a sus
desafueros diplomáticos una larga lista de incumplimientos del Tratado de
Utrecht desde el mismo siglo XVIII. Nada más firmarse el acuerdo, las tropas
inglesas procedieron a ocupar militarmente la Torre del Diablo a Levante y el
Molino a Poniente no incluidos en el mismo. El 19 de agosto de 1723, William
Stanhope sostenía con evidente descaro que Inglaterra tenía derecho a ampliar
el terreno cedido por el Tratado de Utrecht a «todo el terreno cubierto por la
artillería de la Plaza», aunque reconocía que tal extremo no estaba contemplado
en el texto firmado por ambas naciones. En 1815, una epidemia de fiebre
amarilla diezmó a los ingleses de Gibraltar. España ofreció generosa ayuda
humanitaria a los británicos y éstos aprovecharon para apoderarse de nuevos
territorios españoles en la zona.
En 1908, en claro antecedente del Muro de la
vergüenza berlinés, el Gobierno británico levantó incluso una verja de hierro
que separaba físicamente a España de la colonia gibraltareña. A esas alturas,
los ingleses eran más que conscientes de que su colonia era incapaz de
automantenerse a diferencia de otras bajo pabellón británico y reconocían que
Gibraltar sobrevivía gracias a actividades ilegales como el contrabando. A
nadie se le ocultaba como no se le oculta hoy que Gibraltar no era viable económicamente
salvo mediante el uso de prácticas económicas delictivas y colonialismo
británico. Y fieles a su tradición británica, “ here we are, here we stay “ (
aquí estamos aquí nos quedamos ), allí siguieron y allí están.
Empero, no todos los británicos veían con agrado
semejante suma de desafueros. En 1856, Sir Robert Gardiner en su Informe sobre
Gibraltar, Una fortaleza y una colonia, se preguntaba: «¿Cuáles deben ser los
sentimientos de todos los españoles con esta noble Roca a la vista siempre, ocupada
por extranjeros?».Seis años después, John Bright afirmaba que «el Peñón de
Gibraltar fue tomado y retenido por Inglaterra cuando no estábamos en guerra
con España y su apropiación fue contraria a todas las leyes de la moral y del
honor».
Gibraltar, que nunca ha sido algo distinto a una
colonia, se vio afectada directamente por el proceso descolonizador. En 1950,
el Gobierno británico inició en Gibraltar un proceso de repoblación que,
supuestamente, ayudaría a legitimar la supervivencia de la colonia. La acción,
burla absoluta del Derecho Internacional fue contestada incluso en Gran
Bretaña. En febrero de 1951, William C. Atkinson indicaba cómo Inglaterra se
había comportado en la situación de Gibraltar añadiendo «el insulto a la
herida». El 17 de septiembre de 1954 Halliday Sutherland señalaba que la toma
de Gibraltar en 1704 «fue un acto de piratería» y en 1966 Arnold J. Toynbee
indicaba la injusticia de la ocupación británica de Gibraltar preguntándose:
«¿Le agradaría al pueblo británico ver una fortaleza rusa o china en Land´s End
o en las islas del Canal?».
Lo más importante fue que la ONU reconoció que
Gibraltar no era territorio británico sino una colonia. El Comité encargado por
Resolución 1654 (XVI) de 27 de noviembre de 1961 del examen de cuestiones
relacionadas con el proceso de descolonización un comité que desde el 17 de
diciembre de 1962 contaría con venticuatro miembros proclamó solemnemente en su
resolución de 16 de octubre de 1964 que «las disposiciones de la Declaración
sobre la concesión de independencia a los países y a los pueblos coloniales se
aplican íntegramente al territorio de Gibraltar». El 16 de diciembre del año
siguiente, el Plenario de la XX Asamblea General de la ONU aprobaba por 96
votos a favor y ninguno en contra un proyecto de resolución sobre Gibraltar en
el que volvía a insistir en el carácter colonial de este enclave. Desde
entonces el poder colonial de Gran Bretaña se ha visto mermado con episodios
como el de la recuperada reintegración de Hong-Kong a China.
Hoy, sólo dos razones impiden que Gibraltar siga el
camino de otras colonias británicas. La primera es el escozor británico de
continuar manteniendo un peso colonial en un mundo poscolonial. La segunda es,
no entrar en el fondo de las irregularidades legales que tiene como sede
Gibraltar y que ha sido denunciada repetidamente desde las más diversas
instancias. Resulta obvio que ninguna de estas razones es de recibo en el marco
no sólo de la Unión Europea sino del cumplimiento más elemental del Derecho
Internacional. La única salida justa y razonable para el contencioso de
Gibraltar es la restitución de la soberanía de la plaza a España. Ciñéndose a
los tratados internacionales ( Sentencias ONU, Tratado de Schegenn, Tratado de
Amsterdam, Tratado del Atlántico Norte ). Y por supuesto, en la medida de lo
posible, obligando a los firmantes al cumplimiento de los mismos en el marco
internacional.
Afortunadamente, la nación española es en la
actualidad a diferencia de la China a la que se ha reintegrado Hong-Kong, un
país moderno, libre y democrático miembro de pleno derecho de la Unión Europea,
la cual, no puede permitir en su seno la persistencia de colonias. Así pues,
contrasta curiosamente la amistad que estos últimos años nos infligen países
como Inglaterra (Gibraltar y el Sáhara ), Francia ( terrorismo y el Sáhara ) y
Marruecos (inmigración ilegal, el Sáhara, la pesca, Ceuta y Melilla, etc. ).
Señor de mis enemigos guárdame que de mis amigos me guardo yo.
José Francisco González y Andújar.



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